Por Pablo Rossi *
¿Cuánto tiene de genuina y de espontánea la militancia de hoy? ¿Cuánto tiene de aquellos sueños de otro tiempo en donde la política significaba la posibilidad de la movilidad social ascendente y pelear por aquellos valores? ¿Y cuánto significa hoy simplemente el conchabo, la dádiva, la contraprestación, el pago?
No estoy diciendo que todos fueron porque les pagaron. Pero hay un gran componente de empleo público subalterno, de empleo público en negro, de dependencia del Estado. ¿Cuánto del Estado infinanciable por el cual hay que pedir prestado al FMI y hay que emitir dinero espurio que genera inflación termina en esto? Está todo conectado y esta es la génesis. ¿Cuánto atrasa este acto?
¿Cuánto atrasa un acto que pertenece a la fisonomía de hace 50, 60 o 70 años? Hoy, en un mundo hipertecnologizado e hipercompetitivo que después de la pandemia está tratando de regenerarse y de encontrar nichos. El mundo está más activo y más revuelto que nunca.
En ese contexto, la Argentina se da el lujo, en su corazón político, de perder un día. De convocar a miles de personas a que pierdan un día de productividad o de trabajo. Alguien podría preguntarse cuál es la productividad si la mayoría son empleados estatales. Eso habla del concepto que se tiene del Estado.
La manera en que se configura el festejo, la asamblea popular o el acto es la manera en que se entiende al país. Es también la manera en la que se gobierna y es la manera que luego produce efectos.
Las mentiras del presidente, a raudales. La cristinización y los archivos que le caen a Alberto Fernández y que desmienten este tono belicoso. Un hombre que ha sido operador en los grandes medios de comunicación. Un hombre que ha sido lobista, así lo acusaban Néstor y Cristina Kirchner.
Ese mismo hombre, transformado en presidente, dice que los medios le “bajan el volumen”, lo boicotean y siembran el odio. Esa es Cristina Fernández. Ese es el tributo a la vicepresidenta que lo miraba por televisión.
Cuando lo escucho al presidente, escucho la arenga de la unidad del Frente de Todos y recuerdo una frase: dime de lo que alardeas y te diré de lo que careces. Dime lo que exageras y te diré lo que ocultas.
Si tienen que exagerar la unidad, es porque se acaba este acto y se van a matar políticamente como sabemos que pasa internamente en la coalición gobernante. Si exageran esta escenografía, es porque carecen de todo lo que exageran.
Esta es la Argentina. Mientras tanto, el dólar blue a $201, las acciones argentinas en Wall Street siguen cayendo y la desconfianza sobre la economía nacional aumenta. No hay una sola variable del país que pueda haber mejorado.
El único elemento relativamente razonable que habían exhibido en ese discurso actuado del presidente de la noche del domingo era el llamado al diálogo. El llamado al diálogo que hoy dinamitó entregándole los apellidos Macri y Milei a la multitud. Acto seguido, dijo que había que multiplicar el amor y no sembrar el odio.
El presidente es Cristina en estado puro sumado a la inconsistencia del Fernández en estado puro. ¿Con esto piensan gobernar dos años? La Cámpora adhirió a este acto a última hora. Máximo Kirchner le había bajado el pulgar a esta movilización, que era de los gordos de la CGT más el Movimiento Evita para sostener a un presidente que fue boicoteado por los propios kirchneristas.
¿A quién se refirió hoy Alberto Fernández cuando dijo “no nos boicoteen más”? ¿A sus propios socios? La única manera de mantener relativamente esta ficción orientadora es encontrar un enemigo. Lo clásico: la oposición y los medios de comunicación.
Ahora, la gente que se manifestó y que se subió al colectivo para volver a su casa tiene algún abuelo o tío jubilado al que sabe que se le ha licuado la jubilación. El propio salario de los estatales se ha caído por el piso. Esa gente no come vidrio.
Con el plan platita, el Gobierno pudo recuperar parcialmente lo que se les había licuado en las PASO. Fue una derrota contundente, de norte a sur y de este a oeste. En un juego de palabras muy dudoso, el presidente dijo “nadie nos ha vencido”. Tal vez sea cierto. Tal vez se hayan derrotado solos frente al mundo y a su propia impotencia.
Con el discurso que pronunció hoy en la Plaza de Mayo, es muy probable que Fernández esté sepultando la única chance de relativa credibilidad que podría tener después de haber leído bien la paliza electoral. Pero no, era pedir peras al olmo.
Era pedir demasiado a un presidente sin palabra, sin crédito, sin reputación y que es el hazmerreír de sus propios compañeros, que solo le montaron este circo para ver si lo pueden sostener. Alberto Fernández no defraudó. Es el mismo transformista inconsistente de siempre.
* Comentario de Pablo Rossi en Hora 17 por La Nación Más